Introspección
La noche 
se había esfumado.
El día 
era una extensión de luz.
Los sonidos de la calle 
rompían el silencio de la casa.
Los pájaros con su canto 
se despedían de septiembre.
El aire hacia danzar
los nidos abandonados de los árboles.
El otoño 
se apoyaba en el rellano de la casa. 
Desde la terraza 
yo miraba el mar como se ondulaba
en olas de plata.
La mañana 
intimó con mi alma 
dejándome en total abandono. 
Sabía que vendrían ecos melancólicos 
cubriendo de hojas empapadas 
las sendas delgadas de mi mente. 
Pero, de vez en cuando,
la vida abría un rizo azul en aquel horizonte 
que se alzaba titilando. 
Una confianza, colmada de trigo, 
me sostuvo.
J.Vivo