En septiembre hasta el tiempo es delicado, 
se abre paso entre sombra y sombra.
Ondulante salta de una hora a otra hora
entre los suaves suspiros
de un verano casi consumado.
Las casas aún son de puertas
y ventanas abiertas.
La brisa me trae olores, ecos y murmullos.
Y en esta orilla del día salpicada de mar,
las olas juegan tranquilas
rozando con su espuma plateada
la arena blanca que me sostiene.
Los días interpretan su papel,
nada queda al azar,
nada se enreda porque sí en un sin-sentido,
nada entorpece su paso
entre el nudo cervical que atropella mi mente.