Te esperaré sentada
sobre el manto de los silencios
y en los asideros
de todas las locuras cotidianas.
Sobre la alta montaña,
al fondo de todos los horizontes.
Te esperaré en el tiempo vertical.
Entre el lamento nostálgico
de una vela que se apaga.
Te esperaré, sí,
mientras la noche se dilata
en el cristal de las estrellas.
Al borde de todos los cielos
aguardaré tu llegada.
Aun arden intactos los inciensos
que prendí junto a los olivos inmóviles,
en la orilla palpitante del camino.
Resbala sobre mi corazón
la nada cuando te invoco,
y me teje con los hilos del silencio a sus venas.
Pero hoy, alma viajera…
hoy escribo sobre tu ausencia.
…Y besa la tarde al instante que vive en el sueño…
y tú no llegas…